Vivimos en un país regido por una democracia y creemos, por ello, que estamos a salvo de un régimen totalitario.

Una democracia que, a pie de calle, nos hace imaginar que todos somos iguales aunque en la práctica no sea así.

Hay que entender que nada se impone de la noche a la mañana y que en cualquier tipo de régimen, incluido el democrático, siempre hay semillas que quieren crecer hasta germinar y ocupar su lugar.

El totalitarismo no surge de forma espontánea, un día no nos acostamos en democracia y al día siguiente en una dictadura, no.

El #totalitarismo no surge de forma espontánea, un día no nos acostamos en #democracia y al día siguiente en una #dictadura. Clic para tuitear

¿Entonces, cómo surge? Surge cuando la sociedad se va nutriendo poco a poco de pequeñas ideas que apenas causan temor. Cuando se aceptan normas escritas al amparo del bien común. Cuando se consolidan teorías basadas en intereses que no son los propios, pero de las que se está convencido gracias a falacias ad hominem.

Y así, poco a poco, como el que de verdad no quiere la cosa, nos conducimos al precipicio del totalitarismo.

Olvidémonos de que “los malos” se muestran con cuernos, rabo y tridente. Quitémonos de la cabeza que el tirano, el dictador, el totalitario vendrá enfundado en uniforme, esvástica y arma en mano.

Quitémonos de la cabeza que el #tirano, el #dictador, el #totalitario vendrá enfundado en uniforme, esvástica y arma en mano. No, a “los malos” nunca se les ve venir. Clic para tuitear

No, a “los malos” nunca se les ve venir, o al menos no de la manera en la que querríamos que se nos apareciesen para reconocerlos cuanto antes y combatirlos.

Pero, no todo está perdido. La Historia es el libro del pasado que nos adelanta siempre el futuro y leyéndolo podemos descifrar esas pequeñas señales que sabemos que esconden la semilla del mal.

La #Historia es el libro del pasado que nos adelanta siempre el futuro y leyéndolo podemos descifrar esas pequeñas señales que sabemos que esconden la semilla del mal. Clic para tuitear

3 semillas del totalitarismo

Leyendo a Hannah Arendt ya podemos hacernos una idea de algunos de los rasgos que configuran un estado totalitario y, atendiendo a ellos, miremos a nuestro alrededor para comprobar si se están poniendo las bases para el advenimiento del mismo.

El ojo que todo lo ve

“En condiciones totalitarias, se disponen todos los medios para “estabilizar” a los hombres, para hacerlos estáticos, a fin de evitar todo acto imprevisto, libre o espontáneo (…) El terror congela a los hombres (…) Elimina a los individuos en aras de la especie, sacrifica a los hombres por el bien de la humanidad. (…) el terror, la tortura y el sistema de espionaje que busca pensamientos secretos y peligrosos han sido siempre pilares de las tiranías”.*

Las circunstancias en las que estamos viviendo, léase pandemia, están disponiendo a unos individuos contra otros con el beneplácito de quienes nos dirigen.

Los gobernantes apelan a la responsabilidad de cada individuo para comportarse, pero, también, instan, y aquí la primera semilla, a ser el policía del vecino.

Se nos ha invitado, desde “las alta esferas”, a señalar a quien no se comporte bajo las leyes extraordinarias con las que llevamos viviendo los últimos meses. Parece una cuestión baladí, pero no lo es, espiar al vecino es una primera piedra para levantar el muro de la suspicacia y el escalón en el que impulsarse el totalitarismo. 

Lo peor es que el chivato gubernamental se siente poderoso porque siente el respaldo del poder y cree, con ello, que el también forma parte de la élite.

Los delatores son el medio por el que el totalitarismo tiene un ojo en cada casa, en cada centro de trabajo, en todas las calles.

Los delatores son el medio por el que el #totalitarismo tiene un ojo en cada casa, en cada centro de trabajo, en todas las calles. Clic para tuitear

Este papel, ha empezado a repartirse en España.

Hoy se señala a los que no cumplen las normas COVID, mañana, será para denunciar a los que no comulguen con una ideología concreta. Comenzarán las sospechas entre lo ciudadanos y con ello, el miedo, y, con él, será más fácil tener a los individuos sometidos.

El estado totalitario, no se conforma solamente con privar de libertad al individuo, sino que quiere impedir su espontaneidad, su originalidad, los impulsos y las reacciones que nos hacen diferentes los unos de los otros cuando nos enfrentamos a una situación similar.

Quiere, en definitiva, una sociedad previsible y que se mantenga dentro de las acciones lícitas que ellos impongan. Quieren convertirnos en los perros de Pavlov.

Un estado totalitario quiere una sociedad previsible que se mantenga dentro de las acciones que ellos impongan. Quiere convertirnos en los perros de #Pavlov. Clic para tuitear

La angustia de sobrevivir

“Cada vez que la sociedad, mediante el desempleo, frustra el normal funcionamiento y el respeto propio de este pequeño hombre, lo entrena para esa última fase en la que aceptará de buen grado cualquier función, incluida la de verdugo. En una ocasión, en Buchenwald, un judío que iba a ser liberado descubrió a un antiguo compañero de colegio entre los miembros de la SS que le otorgaban el certificado de libertad, y no le dirigió la palabra pero lo miró fijamente. De manera espontánea, el hombre le dijo: “Tienes que entenderlo, llevaba cinco años en paro. Pueden hacer conmigo lo que quieran”.(…)

Quedó claro que, en aras de su pensión, de la seguridad de su esposa y sus hijos, tal hombre estaba dispuesto a sacrificar sus creencias, su honor y su dignidad humana. Solo hacia falta el genio satánico de Himmler para descubrir que, tras semejante degradación, aquel hombre estaba preparado para hacer literalmente lo que fuese cuando las cosas se complicasen y la existencia de su familia se viese amenazada”.*

El desempleo es una de las causas que convierte a cualquier ser humano en un ser vivo sin esperanza. La angustia se apodera de él y su existencia no es más que un túnel infinito. Se convierte en un ser inanimado perfecto para los discursos totalitarios.

Los que están abocados a sobrevivir, en vez de a vivir, son el grupo que no teniendo nada que perder, cualquier cosa se convierte en horizonte. Y es desde ese estado de inanición de dignidad donde comienzan a calar los discursos del odio.

Sobra escribir sobre este ejemplo, todos sabemos como se apela a “los españoles primero” para defender los puestos de trabajo o la asistencia social. Todos hemos oído discursos que esgrimen la raza, la religión o la tradición para ir contra el que no cumple con sus prebendas.

Todos hemos oído como son los otros, los que no son de aquí, los ilegales, los inmigrantes, los negros, los moros,…los que no son “nosotros”, los que nos roban y nos quitan el pan.

Para el que pasa necesidades, este discurso le reconforta porque encuentra en él el motivo de su miseria. Los totalitarios le señalan el porqué, la razón de su desdicha y como hombre que encuentra, por fin, el objetivo de sus males, hace suyas las proclamas de un discurso que nunca fue propio y que, en otras circunstancias, jamás habría creído.

El juego de la verdad

“Las mentiras de la propaganda totalitaria se diferencian de las mentiras habituales de los regímenes no totalitarios por su constante negación de la importancia de los hechos en general: todos los hechos pueden ser cambiados, y todas las mentiras pueden ser convertidas en verdad. (…)
La realidad ha dejado de ser la suma total de los crudos e ineludibles hechos, y se ha convertido en un conglomerado de sucesos y eslóganes siempre cambiantes en el que la misma cosa puede ser hoy verdadera y mañana falsa”.*

Este es otro eslabón que configura el entorno para el advenimiento del totalitarismo.

Esta falta de rigor sobre los hechos ya forma parte de nuestra sociedad en la que campa a sus ancha la bochornosa frase “voy a decirte MI verdad”.

Se construyen verdades en función de los intereses que nos mueven y las discusiones se vuelven insoportables por este relativismo de los hechos en aras de “voy a darte mi opinión”.

Si dejamos de atender a los hechos, si se convierte en batalla perdida defender ante alguien la certeza de que el sol sale cada mañana porque vale más la opinión del que proclama que en su opinión es la luna la que sale; si elevamos a verdad las opiniones, en vez de los hechos, nos estamos deslizando a la boca de los discursos totalitarios.

Si elevamos a verdad las opiniones, en vez de los hechos, nos estamos deslizando a la boca de los discursos #totalitarios. Clic para tuitear

Las fake news son el ejemplo clamoroso de que los hechos no importan. Se construyen noticias para derrocar a los partidos opositores, para sembrar la discordia y, por supuesto, para generar la duda eterna que hace que el individuo se canse de buscar la verdadera Verdad y sucumba ante lo que se le muestra una y otra vez, desde distintas plataformas pero con la misma intencionalidad, evitar que piense por sí mismo.

La esperanza es que, aunque el totalitarismo llame a nuestra puerta, siempre existirán personas que se mantendrá fieles al conocimiento, serán las que antaño ganaron guerras formando parte de la resistencia.

El hombre es un lobo para el hombre, pero este siempre se encontrará de frente con aquel otro que no ve más que iguales a su alrededor. Iguales por los que merece la pena luchar.

No dejemos que la semilla del totalitarismo germine en nosotros. Se trata de un acto individual, se trata de luchar contra la mentira y el miedo, no de luchar contra los que caminan a nuestro lado.

No hay nadie más igual a un ser humano que otro ser humano.


*Libro: Ensayos de comprensión, 1930-1954 de Hannah Arendt

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