Los caminos siempre me condujeron a ti.
Y aunque el amor fuera eterno, la vida desató ese hilo que nos unió.
Llegué a Hydra para beberme la vida y me convertí en tu banquete.
Me convertí en la sangre que fluía en tu cuerpo y tu fluir era mi vida.
Encontré a una hermosa Penélope a la que amar,
pero los días pasaban y mi espíritu la sentía Medusa,
convirtiendo mi cuerpo en piedra, en estación, en pausa.
Y tuve que huir como un Ulises sin destino,
como un Ulises cobarde de su felicidad, cobarde de si mismo.
Zarpé buscando otros puertos, otras sirenas, otras canciones y otras vidas.
Pero tú, mi Penélope, siempre me acompañaste.
Y el tiempo pasó.
Y llegó la barca que siempre llega,
en la que se navega solamente una vez.
Y de ella desembarcaste tu primero para hacer crecer una nueva isla en la que poder atracar yo,
en la que vivir nuestro destino para siempre.
Y después de ti,
sin tormenta,
con la calma de tu recuerdo perenne en el tiempo,
atravesé la eternidad y dejé mi barco a la deriva cuando pisé, tu apenas recién estrenada isla,
cuando llegué a tu Ítaca,
a ti,
a tu cuerpo ya en forma de alma.
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10/08/2020 a las 9:39 am
Muy bonito, me ha gustado.