Son muchos los que dicen que esta pandemia nos ha igualado porque ataca por igual a ricos y a pobres. ¿Hacia dónde estaban mirando los que vocean eso?
Esta pandemia no ataca por igual a ricos que a pobres. No pone de la misma manera contra las cuerdas al que tiene una casa de 300 metros cuadrados con gimnasio, piscina y jardín que a quien tiene como única posesión una habitación alquilada que comparte con su pareja y sus hijos.
A esos nuevos pensadores, les descubro, porque al parecer no lo saben, que la única “pandemia” que a lo largo de la existencia del hombre a igualado a ricos y a pobres es la Muerte en sí.
La Parca ha sido y es la única “pandemia” que no discrimina, la que mira y actúa de la misma manera ante unos y otros.
Las cifras mundiales de la COVID-19 nos alarman aunque objetivamente sean cifras inferiores a las muertes de, por ejemplo, la Segunda guerra mundial o, algo más actual, los 8.500 niños que mueren DIARIAMENTE a causa del hambre. ¿Demagogia? Sí ¿Realidad? También.
Como vemos, la objetividad, nada tiene que ver con el miedo. Y, occidente, el mundo moderno y tecnológico, tiene miedo a pesar de los datos, tal vez, porque la pandemia le ha tocado la economía.
Pero no es sólo eso, nos hemos vuelto en analistas de lo cercano, en asesores importados de nuestro gobierno y de la oposición, de los consejeros, científicos y de todo estamento involucrado en esta pandemia, que vienen a ser prácticamente todos.
Y mirándonos el ombligo, como queriendo ver en él todo el universo, nos olvidamos de mirar al Universo para apresar una realidad que nada tiene que ver con nuestra corrala de políticos y sus decisiones.
Nos distraemos con lo que vocean unos y otros, nos enfurecemos con discursos heredados, defendemos sin reflexión y con ellos rodamos en esta bola de nieve cuesta abajo y sin frenos.
Mientras tanto, mientras lloramos nuestras miserias, la vida se está conformando para dar a luz un nuevo paradigma.
Mientras miramos embobados el detalle, se nos está pasando observar el Todo. Mientras nos centramos en el pequeño arañazo, no prestamos atención a la revolución que está a punto de atronar.
Encantados de conocernos seguimos discutiendo como mediocres tener o no tener test, esa es la frase a lo “hamletriano” que como un mantra nos adormece y nos entretiene mientras a nuestras espaldas, acechando y a pasos de gigante se nos está acercando un nuevo futuro.
Estamos mirando hacia donde no es o, al menos, solo hacia un lado.
Claro que hay que curar a los enfermos, claro que hay que dotar a los médicos de materiales, claro que sería beneficioso que todos nos hiciéramos los test, claro que tenemos que proteger a los más débiles, claro que tenemos que llorar a los muertos, claro que tenemos que ser prácticos y objetivos para acabar con esto, claro que todo esto y más es necesario.
Pero intentemos dejar de ser ciegos al menos por un momento, dejemos de mirar las sombras de la caverna y confundirlas con la realidad.
La realidad a nuestras espaldas nos está previniendo de que esto es el comienzo de una nueva era. La duda que surge es saber qué traerá consigo esa nueva era.
En la Edad Media la peste trajo consigo un cambio de pensamiento que condujo al Renacimiento. ¿Qué nos deparará este COVID-19? ¿En qué desembocará esta sobrevenida pandemia?
No creo en la redención del ser humano por lo que me cuesta pensar que lo negro tornará en blanco. No, el ser humano es y será fuente de virtud y de vileza a partes iguales y una pandemia no va a convertir a nadie en bondad absoluta.
Pero es que no estoy mirando hacia lo concreto, a lo particular, a lo individual. Hacia dónde querría que también se posará la mirada es al Todo, a lo global, a lo trascendente, a lo que va más allá de las pequeñas intrahistorias, dolorosas la mayoría.
Dejemos de mirarnos el ombligo por un momento y pensemos en lo que la Historia ha empezado a escribir sin pedirnos permiso.
La Nada no nos ha pedido permiso para generar esta pandemia pero como humanidad sí que prodemos opinar, crear y construir ese nuevo paradigma al que someternos.
El ser humano, en esa mente colectiva e inaprensible a la que pertenece cómo Ser y no como individuo creará una nueva sociedad con las esquirlas, el dolor, la perdida, el miedo, la incertidumbre, la vulnerabilidad, la desconfianza, la esperanza, el ánimo y el desánimo que este virus nos ha traído.
Y ese cambio de paradigma, esa nueva forma de entender el mundo y de entendernos como especie es a lo que deberíamos empezar a prestar atención.
Hubo un momento en el que el Sol dejó de girar alrededor de la Tierra, ese cambio de paradigma puso al hombre frente al espejo de su narcisismo. ¿Y ahora?
La muerte por coronavirus acabará pero qué sociedad, qué tipo de gobiernos, qué mentalidad, qué leyes, qué dioses, qué vida creará.
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