Tengo que confesaros una cosa: los anuncios de Navidad son mentira.

Siento ser tan cruel pero es mejor que lo sepáis ya de antemano y os ahorréis el disgusto de comprobarlo en vuestras propias carnes.

Anuncios de colonias

Estos son unos de mis preferidos.

La idea de que utilizando un determinado perfume vas a ligar (por no decir follar por si me bloquean la publicación o algo) es un ataque directo a la inteligencia, pero oye, cuela.

Que los adultos vamos por ahí presumiendo de que no creemos en los unicornios pero, luego hay quienes ven a Thor saliendo a la calle con paso decidido y con su olor a colonia y dicen, la única diferencia entre ese y yo es que él está con la Pataky porque se pone tal perfume.

¡Claro que sí, hombre! Si sois dos gotas de agua salvo que te estabas equivocando de perfume.

Luego están aquellos que tú sabes que son de perfume pero que no puedes comprar porque no tienes ni repajolera idea de cómo se pronuncian porque al narrador lo pillaron con un polvorón en la boca cuando lo dobló.

Cómo huelan los perfumes que anuncian en Navidad es lo de menos. Lo importante, es que te convenzan de que vas a ser  el hombre o la mujer más sensual de toda la galaxia.

Que ni belleza interior ni exterior, que te pongas el perfume que te dicen y ríete de las ángeles de Victoria Secret y del martillo de Thor.

Anuncios con comida

Bueno, estos sí que sí son auténticos.

¿Quién no celebra la Navidad en una mesa impoluta, larga como un día sin pan, con todas las sillas a juego, con los niños sentados correctamente, con espacio de sobra, y todos los comensales con una cara de bucólica felicidad?

Todos por supuesto.

¡Ah ¿que no?, ¿que a vosotros tampoco os pasa?!, menos mal porque ya pensaba yo que era la rarita.

Empecemos con que las casas en España tienen un tamaño más bien pequeño.

Que si llegan más de cuatro invitados no tienes sillas para todos, que el mantel no casa con las servilletas y que de vajilla tienes las piezas sueltas que aún no se han roto.

La felicidad, en una reunión familiar, puede que campe a sus anchas si no hablas de política, ni de fútbol, ni de trabajo, ni de religión…, con tan pocas opciones para una conversación lo mejor es que saques el móvil y pongas vídeos de gatitos, salvo que tu cuñao se empeñe en jorobarte y saque su megamovil para contraatacar con vídeos de perritos. Es lo que comúnmente se conoce como acabar como el perro y el gato.

Anuncios con niños

Estos sí que son hiperrealistas porque todos sabemos que los niños son criaturas mansas y reposadas que acatan las órdenes de sus progenitores a la primera, ¡faltaría más!.

En los anuncios de Navidad, con niños, se ven hermosas estampas en los que todos los miembros de la familia hacen galletitas de Navidad jugando con los ingredientes, sin manchar nada, en cocinas inmensas (y más limpias que un quirófano), todos a una.

De verdad que es más fácil creer en elefantes voladores que en esas familias bucólicas que nos quieren mostrar.

La realidad es que el padre está hasta las narices de aguantar a los niños todo el día de vacaciones.

Que la madre en su vida ha hecho galletitas navideñas y que la emisión de programas como Master Chef Junior están haciendo creer a sus hijos que pueden hacer galletas de Navidad como por arte de magia.

Que la cocina acaba más sucia que el vertedero municipal y que de ella se ha ido todo el mundo y es a ti sola a la que le toca recoger tamaño disparate.

Que además, para que tus niños no se traumaticen, tienes que dar el cambiazo de sus galletas incomibles y mutiladas por unas que has comprado previamente y que se parecen más al ideal de galleta navideña que el desastre que se está cociendo en el horno.

Anuncios de chocolates

Estos anuncios no son exclusivos de la Navidad, por lo que sus anunciantes se empeñan en engañarnos durante todo el año porque, ¿podéis decirme alguno qué tipo de chocolate se toman los que salen en esos anuncios que parece que están a punto de tener un orgasmo?, ¿y os dais cuenta, además, de cómo se lo comen?, con mesura, con delicadeza, a pequeñas cucharaditas…¡venga ya!

Si hablamos de tarrinas de chocolate yo no tengo medida y no cojo la cuchara sopera por vergüenza.

Las mousse o los yogures me los como mientras que voy del frigorífico al sofá (y mi casa es pequeña), y con las onzas de chocolate pasa tres cuartos de lo mismo, nada de dejar que se fundan en la boca, a mordisco puro.

Pero, bueno, puede que todas éstas cosas solo me pasen a mí y los anuncios sean un fiel reflejo de la armonía que reina en vuestros hogares en Navidad, y de vuestra extraordinaria vida erótica gracias al chocolate y a los perfumes.

De todo corazón, ¡Feliz Navidad! 🙂


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