Teléfonos inteligentes, televisores inteligentes, coches inteligentes, lavadoras inteligentes y todo para gente cada vez más idiota.

Idiota, palabra griega que se utilizaba para designar a aquellas personas que no se ocupaban de los asuntos públicos y atendían solamente a los intereses propios. Vamos, lo que viene a ser hoy en día los que se pasan la vida mirándose el ombligo y creyendo que el mundo gira por y para ellos.

A todos ellos la industria de la tecnología les ha hecho el mejor de los regalos, instrumentos, máquinas y aparatos que no necesitan de pensamiento crítico y que se forjan bajo el canto de sirenas que es el yoismo.

Mi móvil, mi Smart tv, mi Apple watch, mi…, tu vida encadenada a cualquier aparato inteligente que, visto lo visto, cualquier cosa empieza a ser más inteligente que el hombre medio español.

La tecnología nos está haciendo la vida más fácil a costa de idiotizarnos, de ponernos una venda en los ojos y tenernos todo el tiempo ocupados con máquinas que no son más que un medio de adormecimiento para la sociedad, si antes la religión era el opio del pueblo, ahora es la herencia de Steve Jobs, Google, Facebook y el Candy Crash la que nos tiene como estúpidos buscando una vida tras una pantalla e ignorando el poder tridimensional que tiene la realidad.

Los idiotas, decíamos, eran aquellos que dejaban de lado la participación pública para ensimismarse en sus necesidades exclusivamente privadas. El otro no importaba, la comunidad no merecía ningún esfuerzo…y en eso estamos siglos después de que los griegos acuñaran tal término.

La actualidad se ha convertido en una expresión del “yo primero”, “mis derechos” y “tonto el último”, una idiotez de sociedad que está abocada a la extinción y cuya desaparición no debería entristecernos lo más mínimo.

Nos estamos convirtiendo en seres muy planos, muy básicos, que sólo atendemos a nuestros propios deseos.

Apostados tras nuestras pantallas miramos solamente aquello que nos es afín, apartamos de nuestros ojos aquellos hechos reales que merecen nuestra atención como humanos para sustituirlos por imágenes de dos dimensiones a las que dar un me gusta o mostrar una carita de enfado para sentir que hemos colaborado por la paz mundial.

Nada de decir buenos días a tu vecino, ni ayudar con las bolsas a un cargado anciano que arrastra su cuerpo. No, eso no. Lo que hacemos es twittear sobre el karma y compartir una foto de un niño pobre pidiendo limosna.

Ignoramos la realidad, la que toca la fibra, la que mancha la piel para “preocuparnos” de putas imágenes con las que “socializar”.

Este verano, en España, muchos pasarán las vacaciones chapoteando en el mar, en el Mediterráneo, ¿no les da aprensión saber que en ese mar han muerto 785 personas?*,  ¿no temen, mientras se bañan, que aparezca junto a ellos el cadáver de un hombre?.

Sabéis qué pasa, que no lo verían, porque nos hemos vuelto idiotas y lo que pasa alrededor ya no lo vemos, lo veremos solamente cuando nos conectemos a las redes sociales, cuando encendamos el ordenador o nos sentemos con la Tablet.

Si a mi no me pasa, no es asunto mío…aunque luego ponga el emoticono de carita con lágrima cuando alguien publique el cadáver de un niño en la playa o coloque el lazo de color que corresponda por el que está sufriendo en un país del que ignoro hasta su ubicación geográfica.

Cuando el mundo se vaya a la mierda me sentaré a verlo y aplaudiré. La idiotez humana no tiene límites y estamos arando el camino hacia la autodestrucción.


*Dato de la Organización Internacional para las Migraciones de Enero al 10 de Junio.