No le importó seguir por ese camino que sabía que no le resultaría fácil terminarlo. No era cabezonería, ni rebeldía, ni insensatez. Era parte de una historia que tenia que ser vivida y como un mesías desconocido, como un reo con final marcado, así ella se adentraba por el camino de su propia historia.

La memoria se le perdía entre una claridad que asustaba, no quería recordar pero a la vez no podía permitirse no hacerlo. El presente la martilleaba con tanta crueldad que sólo podía echar la vista atrás para intentar reconocer una razón, un desde cuándo, un por qué. Un por qué a aquel dolor que la penetraba hasta rincones ignorados.

Volvió a dejar resbalar otra lágrima, una de tantas, una de las que en silencio, como le obligaban a estar a ella, se perdía ignorada por el resto.

Miró el reloj. No vio la hora. No vio nada. Sólo miró. Miró la puerta. No entraba nadie. Lo sentía todo.

Volvió a cerrar los ojos, y comenzó a desandar el camino. Su primer recuerdo se fugaba a una casa, a un pasillo, a un susto, a un dormitorio en el que su padre la miró y le dijo: “despierta a tus hermanos”, a una escalera de vecinos, a un solar, a un coche, a una noche en vela, a un terremoto.
No quería regresar de aquel recuerdo. Quería quedarse allí, en una niñez sin pan, pero sin miedos. Pero la vida no es fácil y la memoria se le reveló traicionera. Y no quiso el siguiente recuerdo, y lo alejó. A los monstruos no se les debe volver a abrir la puerta y abrió los ojos para no recordar, y se levantó de la cama porque recordaba. Hay cicatrices que no se revelan, que se callan, pero que no se calman.

¿Cuándo le resultó fácil la vida? ¿cuándo? ¿Cuándo las manos que debían acariciar caían sobre su cara? ¿Cuándo la callaban? ¿Cuándo su opinión no contaba?

El pasado se presentaba como una sucesión de pequeños crímenes con una sola víctima, pero ella no se rendía, ella seguía fiel a un acuerdo con su propio destino: “¡tú me pones a prueba y yo te demuestro que puedo! No es orgullo, es valentía, es esperanza, es confianza, es firmeza en que mi vida es mía y no se va a ceñir a lo que tu quieras, vida. Si me has dado el derecho a pasar por este tiempo yo me doy el derecho a hacerlo a mi manera, porque si tú, Vida, me has dado aliento, el aliento ya es mío y yo decido lo que hacer con él. Sigue vida en tu propósito, que yo seguiré en el mío. El miedo no me ha doblegado, el dolor no me ha doblegado. Tú, vida, no eres fácil. Yo, mujer, soy resistencia. Tú, vida, gritas muerte. Yo, mujer, grito libertad. Libertad para no seguirte en tu desespero, libertad para no sucumbir en tus miserias, libertad para no mantenerme en tu camino, libertad para mirarte a de frente y gritar, yo elijo MI vida.”

Los recuerdos seguían en una penumbra a la espera de hacerlos presente, ahora entraba en una iglesia, un banco, un entierro, silencio, un cuadro, un misterio en Toledo. Sonrió. Hasta los recuerdos se teñían de duelo.


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