El poder del dinero no se limita solamente a conseguir aquello que se desea, a comprar sin mirar o a sentir la genuflexión de quien demanda un favor a don todo poderoso. El poder del dinero, también ataca al alma, a ese ente oculto que nos anima a continuar caminando.

Las noticias muestran a ciudadanos yendo y viniendo de vacaciones, restaurantes repletos, aeropuertos con viajeros a todo tipo de destinos, bares abarrotados, y, el poder del dinero suelta una bofetada al que anda a oscuras por su casa para no tener que pagar un extra en el recibo de la luz, un puñetazo al que sobrevive con una renta mínima, con un salario mínimo, con una dignidad mínima.

¿Una dignidad mínima?, ¿acaso es que el dinero compra la dignidad?, no, no la compra, pero permite socializar, permite formar parte del grupo, permite hacer comunidad, permite estar con el otro.

– ¿Has visto la última película que ha ganado los oscar? No, aún no (no tengo dinero)

– ¿Te tomas una cerveza con nosotr@s y hablamos? No, no puedo (no tengo dinero)

– Vamos a cenar, ¿te apuntas? No, me pilla mal (no tengo dinero)

– ¿Qué vas a hacer el fin de semana?, ¿te vienes a unas casas rurales? No, ya tengo planes (no tengo dinero)

El dinero no da la felicidad, pero la falta de él, aísla. La apariencia se paga, comprobad cómo os miran y cómo os atienden cuando llegáis a ciertos establecimientos vestidos de un modo más o menos cuidado. La mirada del vendedor refleja tu realidad social y el poder del dinero vuelve a pegarte una patada.

¿Debemos querer lo que tenemos, aceptarlo y adaptarnos a ello mientras vemos pasar la vida ante nosotros como simples espectadores?.

No dinero, no ocio. No dinero, no cultura. No dinero, no seguridad. No dinero, no comida. No dinero, no salud.

Ah, ¿Qué todo no es cuestión de dinero?, ¿que en la vida también se puede disfrutar de otras cosas que no las compra el dinero?, ¡claro que sí, por supuesto!, pero una puesta de sol suele quedar deslucida cuando tus ojos la miran y tu mente te recuerda que al día siguiente vence el recibo del seguro que no vas a poder renovar.

El paseo entre aromas a azahar es maravilloso hasta que tu mente patina y se desliza hasta esa realidad que te recuerda que ya debes dos meses de comunidad y esa noche hay reunión de vecinos.

El recreo en la algarabía feliz y despreocupada de jóvenes y niños en la plaza se vuelve amargo cuando no puedes comprar ni una caja de ibuprofeno para el dolor de cabeza.

El dinero no da la felicidad pero te permite ver una obra de teatro que sí te la puede dar; te permite llenar la barriga que se parece mucho a la felicidad; te permite escuchar la quinta sinfonía de Beethoven que te acerca a la felicidad; te permite llegar hasta el acantilado y mirar el amanecer en vez de desear tirarte por él.

El poder del dinero no es lo que hace en el que lo tiene sino lo que provoca en el espíritu de quien no lo tiene.